Cool, era cool, hablaba cool, recogió un sato en una de las calles de una cuadra, cerca de, entre la Labra y la Cerra, asistía a centros y clases de yoga; maestro en lo tántrico, zen/trado, El sato estaba feliz, cool, asustado de que un extraño, un timbre, viniese a sacarlo de su complacencia, ladraba con gusto. Callaba ante la voz del descalzo -pantalones de gasa amplios volando sobre las losetas, el pelo negro lacio, ondeado, rizo sobre sus orejas, sobresaliendo por el borde del cuello de la camisilla blanca, casi transparente, de algodón-, a nivel de seda. El zen del hombre lo compartía el sato.
Sunday, July 29, 2018
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