Saturday, August 3, 2019

CALENTURAS AJENAS EN UN BAR GAY DE LA CALLE 109 EN MANHATTAN

“No sufra calenturas ajenas” decían en casa cuando alguien sufría problemas no suyos. Que una cosa es la caridad y otra convertirse en cuerpo y alma de otro. No es tan facil seguir ese dictámen. Para los hombres que sienten el deseo de ser poseídos por otros hombres, su cuerpo asume el papel que usualmente se le otorga a la mujer heterosexual, o así lo siente. No dura para siempre; es momentáneo, como si fuese una calentura ajena, porque la masculinidad no se pierde por completo en lo más profundo de su ser. Es un deseo pasajero pero intenso, enmarcado en el cuerpo de un hombre que nunca deja de serlo. Un tipo de esquizofrenia sexual. El hombre en el bar deseaba poseer al otro. El otro deseaba ser poseído. No duró mucho, pues la voz del primero era tan nasal, como si hubiese sido un nativo de Queens en New York City, parecido al metal de voz del alcalde Bloomberg, que la calentura del segundo desapareció, dejando un rastro, sensación desagradable; pareció ajena.

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