I. Dijo un teórico de corte materialista (como Lloréns, “aquí la memoria pierdo”, y no recuerdo quién fue) que cuando un pequeño-burgués habla de moral hay que echar mano al bolsillo, porque la cartera está en peligro. Pero el pequeño-burgués opera aquí -aunque no lo sepa- por cuenta ajena. Las verdaderas clases poderosas aparentan un código estricto para juzgar a sus adversarios en un momento dado, aunque en sí formen parte de su entorno, llámense éstos Roselló o Vázquez o Romero o Marín o Clinton-Obama. En Puerto Rico a esas clases en el poder se les ha conocido como los “blanquitos”. Estos “blanquitos” han sacrificado los intereses del pueblo puertorriqueño a sus intereses de clase. Los dueños de los grandes centros comerciales en Puerto Rico, algunos miembros de la Junta impuesta por Obama, y banqueros con mucho dinero, apoyan a Trump y sus politicas.
2. Era el primer apartamento que compré en San Juan y necesitaba hacer unos arreglos en el baño. Conocí a una joven que estudió arquitectura y tenía su negocio como contratista. La invité para que me hiciera un estimado, y, a su vez, como nunca había hecho trámites de ese tipo y no quería cometer errores, llamé a mi amigo JG, un hombre con mucha experiencia en el manejo de ese tema: por un lado, su padre fue dueño de una ferretería en un sector de San Juan conocido com Barrio Obrero, y, por otro, era el presidente de la junta de directores de uno de los departamentos del gobierno en Puerto Rico. La joven contratista vino con su ayudante, hicieron el estudio del trabajo, y me dijeron una cifra bastante alta. Cuando se fueron, JG, me dejó saber que lo que pedían era demasiado para el tipo de trabajo, y añadió: “Esta gente, como se creen que somos blanquitos, se quieren aprovechar”. Ni JG ni yo, ni la joven ni su ayudante nos veíamos/vemos como “blanquitos” en la isla de Puerto Rico, aunque los cuatro, dado nuestros fenotipos, seríamos considerados blancos en el lenguaje racial que se usa en Puerto Rico para describir los distintos grupos. El antropólogo Jorge Duany ha escrito sobre ese tema.
3. Por otro lado, no todos los que se consideran “blanquitos” pasarían el filtro para poder ser considerados “blancos”: mucho “jabao, trigueñito” entre los “blanquitos” lo confirma. Al saber que así es cómo se arman los estatus en la isla, a ese asunto tan delicado hay que añadirle el de las escuelas donde han estudiado. Una de las críticas cargada de cinismo que le hicieron al martillado gobernador Roselló fue que aunque era “blanquito” se había graduado de un colegio privado de segunda. Ese tema fue tan discutido, que el Colegio de los Maristas publicó una carta desligándose del gobernador en cuanto a lo que tuviese que ver con su formación escolar y su reputación. Los graduados de un colegio Jesuita siguen siendo los “blanquitos” por excelencia. Dudo que ningún graduado de Santa Yeyita haría alarde de su colegio, a menos que fuese para distinguirse un poco: una mujer afrocéntrica feminista en una reunión social con mayoría de independentistas comecandelas, en el casco de San Juan, que criticaban las escuelas públicas, díjo dos o tres veces que ella no podía opinar porque estudió en colegios privados (el estatus solapado a toda costa) sin nombrar cuál. No creo que lo hubiese dicho, de haber estudiado en Santa Yeyita. Y uno, graduado de la pública de Guayama, que ni blanquito ni privado, calla a ver si pasa como “arrima’o”.
4. Los “blanquitos” y sus “arrima’os” conforman un área gris, una substancia gelatinosa, que incluye a los pequeño burgueses que se piensan como si fuesen parte de las clases en el poder, y a los burgueses muy cercanos a dichas clases. Por eso, mal puede la pequeña burguesía o la burguesía acusar de corrupción a los políticos, cuando ellos han practicado y practican la peor de las corrupciones: la que une su propio interés a la entrega incondicional de los bienes comunes a la rapiña por parte de los pocos, los muy pocos, con control sobre los vaivenes de las políticas en Puerto Rico, y mucho más, sujetos a intereses extranjeros. Quizás marchar para sacar al gobernador de turno comience un proceso de reflexión sobre el andamio que sostiene la vida económica y social de Puerto Rico. Quizás solo fue un paliativo para hacer creer a los pequeño burgueses de que eran sujetos conscientes y activos en la política del país.
5. El baño del apartamento lo arregló un hombre que vive de “chiripas”, amigo de mi amigo, quien se acordó de él porque le ha hecho unos cuantos trabajos en su casa -estudiaron juntos en las escuelas públicas de Barrio Obrero. Uno de esos que no cabe en ningún esquema clasificatorio, de los cuales se puede decir, “no creen -como bien apunta el refrán- ni en la luz eléctrica”. La conocida feminista afrocéntrica, quien se asegura decir que estudió en colegio privado, sigue marchando porque hay que estar criticando al sistema todo el tiempo. De los "arrima'os", hay mucho maś que se pueda decir.
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