Ver pasar a la prostituta más diestra que he conocido, vestida de respetable profesora de educaciòn, me llavó a reflexionar sobre mi relación con el mundo de los putos y putas profesionales, así como los momentáneos (tuve que hacerlo alguna que otra vez durante mi adolescencia para poder comer algo decente o pagar el carro público de Ponce a Guayama). Quienes lo hacen profesionalmente, por las razones que sean, están conscientes de sus actos. Durante un periodo muy obscuro, ya bastante mayor, busqué compañía en el mundo de los putos. Fue tanto el dolor y la confusión emocional que terminé escribiendo poemas sobre aquella experiencia. Por ahí anda un fanzine con los poemas: Hustlers and Saints in Montreal (2006). La mayoría lo hace por dinero, muchas sufriendo los embates de una sociedad despiadada: la prostituta negra en The Hosue of the Rising Sun, en la versión por excelencia, la del grupo inglés, The Animals. Algunos, además del dinero, le sacan placer, recreados por Cavafis en sus poemas. En las grandes novelas se encuentran las que consiguen un cierto estatus en las esferas sociales. Hay protitutos como en Querelle por Genet o en El masajista por Williams, cuyo deseo es poder poseer al otro, hasta llegar al punto de asesinarlos. Cada una de estas relaciones prostituta-cliente es delienada por factores que incluyen diferencias raciales, de clase económica, de orientación sexual, y en el caso aquí nombrado, entre un miembro del país que una vez colonizó (y trata de seguir colonizando económica, cultural y racialmente) y un miembro de una de las antiguas colonias. Durell describe esas dinámicas muy bien en El cuartero de Alejandría. Los que lo hacen como mi vecina profesora, porque pueden sacar mucho provecho -desde apatamentos hasta títulos-, ser parásitas sin pizca de vergüenza, venden una falsa amistad, pero que no se ven en el papel de prostitutas, para no enfrentar su rol dan otras razones, justifican su separación, se alejan de sus clientes (que lo son, ya sea, conscientes de que están jugando ese papel, o como victimas, si han sido usados y no lo saben). Al igual que Maruja por Orzábal Quintana, el personaje en uno de los clásicos del cine boricua o una de las hermanas en La Carreta por Marquez, algunas no pueden aceptar que fueron putas finas. Mienten. Se mienten. La profesora ha mentido. Eso no la hace menos puta. He conocido unos cuantos a travês del teatro, música, cine, lecturas y en vivo.
Saturday, August 24, 2019
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