Un día, cualquier día, me quedé sin nada. En los libros, fotos, tarjetas postales estaba parte de mi memoria. Se los llevó. Ollas, calderos, platos, cubiertos desaparecieron de la cocina, el comedor, gavetas, alacenas. Comida quedaba, congelada, para ser recalentada en la estufa, donde una hornilla era la ùnica que encendîa. Poca ropa; ningún cuadro; una cama con una sábana y una frisa de lana uruguaya que él me regaló, mucho antes de irse y llevarse todo. Por suerte era verano, el más caluroso en muchos años, a la frisa pude mantener alejada, para que él no me tocara. De noche, bañado en sudor. la tiraba al suelo y le decía: “pa’l piso, vete y arropa a otro”.
Monday, July 22, 2019
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