Wednesday, July 24, 2019

NUEVA YORK, A VECES

Nueva York se recoge durante el otoño e invierno; en primavera y verano se abre, de colores, con gris de fondo se viste, ensimismada, cual niña engreída, juega con sus suaves lanas y fuertes algodones 

En un largo paseo-desfile por Broadway, primavera, Loisaida destella un collage de tonalidades: verdes, rojos, azules; le canta al individualismo. Soho en su mejor época, el verano, lleva a la vanguardia de la moda manufacturada a rendirle tributo. Engalanada con sus mejores telas, Nueva York se viste de sonidos urbanos, caras, cuerpos y miradas de modulación rítmica

Nueva York y la moda participan en la construcción y expresión de la identidad de cada uno de sus habitantes. Las señoras del Upper West Side son vestidas por sus clósets. El fashionista Ariel Fernández sostenía que éstas, antes de salir, entraban a sus armarios y dejaban que las bufandas, trajes, faldas, blusas, pulseras, aretes, zarapes les cayeran encima; vestidas para exhibirse por todo uptown; quincallas ambulantes. 

La ciudad, a veces, permite combinar y transformar identidades. Caminar por Lenox y seguir hasta el Barrio Latino de East Harlem es cambiar de lenguas, de ritmos, de historias: del swing a la salsa, del inglés afro-americano al español caribeño y a su maridaje con el inglés – el spanglish. 

La historia de la ciudad es recreada en la salsa: música fusionada de los ritmos tradicionales afrocaribeños, integrada al jazz, creada por los hijos de los migrantes puertorriqueños, los niuyoricans. 

En sus múltiples códigos, idiomas, ritmos y colores Nueva York se recrea. En ella no se puede estar callado, ni quieto, y en momentos cuando se hace más grande que uno hay que abandonarla, a veces. 

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