Saturday, July 20, 2019

DISTANCIA Y CATEGORÍA

Ya que sabía -como todos en la familia- que soy homosexual, y que ellos lo discutían entre ellos; y ya mis hermanas y algunos sobrinos lo habían hablado conmigo; conocido a mis parejas, mis amigos y él se había quedado en casa desde muy joven, como mi invitado, me sorprendió cuando me dijo la primera y segunda vez que no me rechazaba, pero que no me aprobaba, lo perdoné. Para la tercera vez que me dio el discurso sobre intuición, y forma de hablar, me dije, hasta aquí llegó la confianza. Hablarme a mí sobre un tema que fue parte de mis estudios graduados y que cubrí en mis cátedras como profesor universitario no tenía nada que ver con desear una buena conversación. No era tanto cuestionar mi estilo. Me di cuenta que quería ponerme a  la defensiva en público, delante de ella, para impresionar a otro, quien fuese. 

Como si yo no supiese escoger cómo hablo dónde. Quizás debí virarale la tortilla y preguntar su opinión sobre el robo tumbas y aprovecharse de viejos alcohólicos; pero ese no es un tema para ser discutido en un restaurante. Confrontarlo a él como lo hice una vez en privado, entre él y yo, hubiese sido verlo salir corriendo donde las faldas de ella; y ella, ni corta ni perezosa, venir a desafiarme. Ella es tan atrevida y mala fé, que hasta a mi hermana y cuñado de ochenta y picos de años regañó; sólo porque ellos le pidieron un favor a él. En aquel momento él calló. Le tiene miedo.


No se da cuenta que la gente habla de ellos. Él, por causa de sus defensas y miedos, no puede oír críticas. Ella, la muy tonta no tiene mucho cerebro, y disfruta de crear conflictos de ese tipo para sentirse protagonista, como lo hacen los hombres y mujeres de poca monta: buscan pelea porque les gusta hacerlo, mucho más, cuando alguien les molesta. No saben ser discretas, ni como decían los jíbaros: “hay que mantener distancia y categoría”. 

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