No vayan a pensar que lo que viene más adelante es sobre un grupo de rock que se llama Tutti Frutti y las Watusis; mas bien es sobre helados, watusis, y los papeles que algunos de ellos juegan en el archipiélago portoricensis.
Tutti Frutti y Las Watusis eran los apodos, a sus espaldas, que cierto grupo de estudiantes gays usaban para burlarse y referirse a cuatro compañeros en la Universidad de Puerto Rico, hacia principios de los sesenta. Tutti Frutti, además de ser el nombre del nuevo helado importado, era un estudiante de corte y alarde hispanista, algo decimonónico en sus gustos y modales, bastante cursi, quien no le soltaba “ni pie ni pisá“ a los muy hispánicos, bastante enfundados, profesores de la UPR. Apodo tras bastidores, nadie iba a llamarle Tutti Frutti de frente a uno de los alzacolas de los profesores, y tener que atenerse a recibir muy malas calificaciones. Las Watusis eran tres estudiantes negros que le servían de coro griego a una mujer, estudiante de teatro y antropología, quien se atrevía vestir como africana en el Puerto Rico provinciano de aquella época. La estudiante es considerada como una de las primeras mujeres afro-céntricas puertorriqueñas que hicieron de ese tema uno para ser discutido publicamente en el campus de la UPR.
El uso estos apodos tras bastidores tenía su razón de ser: llamarle negro a alguien en Puerto Rico para referirse a su raza podía ser considerado ofensivo, se les llamaba trigueños; y si se usaba un apodo de ese tipo las consecuencias eran nefastas. Ya para ese momento los negros puertorriqueños no permitían que nadie los ofendiera públicamente, y su entrada y participación en igualdad de condiciones ers protegido por el fluido estado de derecho. Claro, hay que aclarar que el discrimen seguía y sigue tras bastidores, solapado. Y llamarle Tutti Frutti, nombre de helado importado del norte, a un meticuloso, hispanista y enciclopédico gay en la colonia “usamericana” se explica por sí solo.
Esa extraña situación, negros afro-céntricos y mestizos hispanistas en una colonia caribeña “usamericana”, bordea en lo absurdo, fomenta contradicciones muy difíciles de resolver. La identidad étnica-racial-de clase social del colonizado, neo colonizado o proto-colonizado no llega fácilmente. Para la fecha en cuestión, algo quedaba de la colonia anterior, la española, que de alguna manera servía/sirve de referencia para un tipo de crítica, y para cierto grado de cinismo, frente a asuntos tales cómo comportarse o hacer alarde de pertenecer a cierta clase o grupo. La poesía afro-antillana de Palés Matos, su Tembandumba y el Conde de la Mermelada, servían de fundamento a los estudiantes que cotilleaban y planteaban las contradicciones que todavía seguían/siguen sin resolver, reflejadas en los ritmos de Tutti Frutti y las Watusis.
Los finales de los cincuenta y principios de los sesenta recibieron en las universidades a los nietos y bisnietos de los puertorriqueños que se criaron bajo el régimen español; hijos de los primera generación que vivió/sufrió la “usamericanización”. Como parte de ese proceso político-económico-cultural, las antiguas heladerías nativas, con sus barquillas (conitos) hechas a mano y helados artesanales de frutas tropicales sin nada de mezclas o temprana fusión, se convirtieron en piezas de museo, y las cadenas americanas a lo Dairy Queen se apoderaban de los gustos homogenizados, “sanitizados” y “disneylandiados” de las nuevas clases medias. Los vestigios del Puerto Rico de las décadas anteriores poco a poco desaparecían. Mucho menos quedaban watusis originarios de Watusilandia y los descendientes de españoles andaban con su “raja” o “mancha de plátanos”(mestizaje) a cuestas. Los hoy llamados afrodescendientes, quienes no tenían mucho que ver con el África ancestral, y los “tutti fruti”, nuevas-clases-medias, hacían su entrada masiva en la academia.
Algo quedaba de lo anterior, con alguna que otra rezagada práctica y creencia, pues como bien apunta cualquier sociólogo de pasillo universitario, las ideas no desaparecen tan rápidamente, se transforman sin perder sus raíces, y crean contradicciones. Algo molestaba entre los estudiantes: aquello que lentamente hacía su entrada en el psique de las nuevas generaciones, lo “usanormativo” y el arrastre del iluso hispanismo de los colonizados caribeños.
El uso del nombre de helado “usa-importado” y el señalar lo afro-céntrico servían como crítica a lo nuevo, a la vez que cuestionaba la reverencia que se le tenía al pasado pre EEUU. Por un lado, critica a la hipocresía de los puertorriqueños en cuanto a los asuntos raciales, mientras se burlan de lo negro, y critica a la pomposidad de los hispanistas; una lucha entre las contradicciones en el entorno de la colonia: nos “usamericamos” mientras nos burlamos del “usamericanizarnos”, criticamos la colonia española mientras nos apegamos a ella y reconocemos lo africano mientras lo despreciamos.
Es preferible camuflear las contradicciones, y evitar el cargar, a lo “new age”, “vibras negativas”. Y eso fue lo que hizo una de las Watusis, camuflear, cuando se encontró con uno de sus antiguos correligionarios, cuarenta años mas tarde, en el muy "usamericano" bar gay, el Atlantic, del Condado en Santurce. Después de terminar su grado universitario en historia, la Watusi consiguió una beca para estudiar en México, y cuando regresó, llegó transformado. En el bar, mirando hacia el mar, con una frialdad extraordinaria, nada afro-céntrico, le devolvió el saludo a un antiguo correligionario, uno de los que se reunían en las mesas negras del Centro de Estudiantes de la UPR, pues para esa época era en las mesas negras donde se sentaban los más atrevidos, los politizados “come candela” y todo aquel que obviamente no podía sentarse en las mesas donde se concentraban los blanquitos isleños, los hijos de la burguesía reaccionaria..
Cuatro décadas más tarde, un elegante “hola” fue todo lo que dijo el ex watusi, seguido por un “ahora trabajo para” y mencionó a uno de los diseñadores de alta costura en el San Juan del nuevo siglo. De historiador al mundo de la “chicquería”: abandonó el afro-centrismo y entró a los círculos de la burguesía isleña. Quien una vez defendió lo racial como ente que definía cierto tipo de identidad y puesto dentro de la sociedad puertorriqueña, aceptó y se convirtió en parte de aquello que de cierta manera promovía/promueve y defiende lo que una vez su afro-centrismo criticaba. En cuanto al otro estudiante, el Tutti Frutti, cuentan los que lo han visto, que se graduó de un “college usamericano”, que vive en la Florida, está muy neo-criollizado, y dejó atrás el antiguo hispanismo de la colonia; que descubrió y promueve la literatura “niuyorican”.
Atrás quedaron watusilandia, las mesas negras, y, de cierta manera, tolerar el desprecio paternalista que caracterizaba a muchos de sus antiguos compañeros de mesa, como quedaron atrás los helados de las Delicias en Ponce o el Café Plaza en Guayama, los que una vez fueron remplazados por las cadenas de heladerías gringas, y que luego, por aquello que las vueltas de la historia y sus significantes revelan, también desaparecieron. Las heladerías de hoy ofrecen helados tutti frutti, excepto que son preparados a base de frutas tropicales, no importados, vendidos en los comercios que los inmigrantes chinos controlan por cada rincón de los pueblos en las islas de los encantos, los “Chin Lee Cream”.
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