Sunday, December 31, 2017

CARTA A UN SOBRINO AUSENTE

Nunca te conocí personalmente. Recuerdo como ahora la única vez que te vi: tendrías unos ocho años y pasaste con otros muchachos por frente de mi casa en Guayama, y estábamos mamá y yo en el balcón. Miraste hacia nosotros con ojos de extrañeza y curiosidad a la vez. Mamá me dijo, angustiada, "ese es el hijo de...". Callamos, y nos seguimos mirando: tú a nosotros y nosotros a ti. Es fácil juzgar desde lejos, pero el miedo hace cosas extrañas. Nunca más supe de ti, aunque por detrás de mi hermano preguntábamos, comentábamos sobre tu existencia. Sabía que papá, a escondidas, te daba dinero. El miedo hace que uno no responda como debe. Años más tarde, yo más maduro, hablé con mi hermano y su respuesta era de esperar. Me enteré por otros que en estos días hace un año que moriste, y me dio una tristeza enorme. A veces, la vida parece ser sacada de un cuento de García Márquez donde la gente no sabe conversar, confunden la confrontación con el diálogo, y cuando lo hacen termina en tragedias; se mueve entre la deshonestidad y la violencia, sicológica y física. Me dijeron que algunos de tus otros parientes por parte de madre se enteraron que años atrás traté de localizarte -espero te hayas enterado-, que fuiste un hombre de palabra, buen corazón, responsable, guapo. En un mundo donde la pretensión, la falsedad, el figureo plástico rige, que tuvieses esas cualidades me llenó de orgullo. Descansa en paz, te desea tu tío en ausencia. 

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