Creyente en milagros más allá de dogmas y religión organizada, frente al estado físico deteriorado -raquítico, con muestras de demencia- que presentaba Günter, decidí llevarlo a Fátima. Fuimos y allí en el santuario lucía desubicado, perdido. Esa noche soñó que moría. En el sueño sale del estómago de su padre y muere. Murió seis meses más tarde a causa de las complicaciones que el vih facilita, y en particular, fue la neumonía la que más agravó la situación, y el hecho de que no había querido tratarse hasta cuando ya no quedaba más remedio. Murió de la misma manera que yo lo había soñado catorce años antes, a principios de habernos conocido.
Durante el parto, hasta dónde participamos activamente en el proceso, y como tal nos hacemos responsables de nuestras vidas y muertes, le pregunto a una querida amiga -como hermana- que cuidó a Günter durante sus últimos meses de vida. Es socióloga, psicoanalista, atea. No dice nada, sonríe. A saber.
Wednesday, December 13, 2017
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