Abuelo Chago decía con orgullo, y honrando a quien elogiaba: “Ese hombre sabe de letra”. Saber de letra significaba saber leer más allá de poder descifrar signos y comprender sus significados básicos. Santa Teresa de Jesús escribió que cuando niña, a escondidas, leía libros de caballería, tomados de la biblioteca de su padre, y así aprendió a leer; soñaba con irse a las tierras de los moros a luchar y cortar cabezas. Sor Juana Inez de la Cruz agradecía a su tío por haberle permitido usar su biblioteca, aprender y leer. Alberto Manguel, Phillipe Aries, entre otros, sugieren que las lecturas de manuscritos antes de la imprenta, en conjunto, obligaban a los lectores a asumir posturas más críticas frente a los textos. Octavio Paz explica en su libro sobre Sor Juana que leer requiere aceptar que una sola lectura no basta, que frente al texto, el mismo texto, leemos muchas veces, de distintas formas. La lectura para una clase con la Señora Zabaleta, en el Quinto Grado de Elemental en la Escuela Cautiño, del cuento “Desde los Apeninos hasta los Andes”, publicado en el libro Corazón por Edmundo de Amicis, me sirvió de escape, de un futuro posible, durante una de las muchas madrugadas cuando podia leer y estudiar tranquilo antes de que se despertara la violencia. En la Cautiño había que leer Leyendas Puertorriqueñas por Cayetano Coll i Toste, basadas y adaptadas de las Crónicas de Indias. La bibliotecaria en la Intermedia de Guayama organizaba lecturas orales de los poemas del guayamés más reconocido internacionalmente, Luis Palés Matos, y la Señora Santisteban hacía hincapié en las cadencias, el ritmo, las tonadas en las poesía, toda poesía. En la Superior, las maestras Señora Olazagasti y Ortiz debatían frente a los estudiantes si la metáfora era más atrevida que la símil; y la muy extravavagante Señora Suárez decía que aunque fuese un capítulo, que leyésemos algo de El Quijote. Que leer, además de contestar preguntas dirigidas sobre las lecturas, es debatirlas, conocerlas, encontrar poesía e historia en cada letra; saber de letra.
Y si en ese andar por este libro, tras el encuentro con el leer y escribir, su enseñanza y aprendizaje, enfrentan lecturas picarescas, no se asombren ni sonrojen, que la escritura y lectura abarca todo lo que nos hace humanos, no hace reír, nos hace llorar, nos pone a pensar, y luego hacer.
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