Fue en la escuela primaria, sexto grado, diez años, con la llegada de un chico mayor, que yo sé que fue él quien despertó esa lucha que nació conmigo. Fue en la secundaria que se hizo presente; y traté de resolver pidiendo a Dios que me quitara eso, eso, noche tras noche, y Dios no me hizo caso.
¿Era el Dios griego, hebreo, semita o eran fuerzas sobrenaturales tipo sociedades orientales, africanas, arahuacas las que no podían hacer caso porque la naturaleza se hace a sí misma, transforma de acuerdo a las fuerzas espirituales o químicas o leyes matemáticas que la revuelven, envuelven?
Fue en la universidad donde me entregué a la lucha, y fue en la vejez donde se aclaró con luz trascendental, que ni hembra ni macho; encontré el ser ser.
Otros, muchos, muchos se suicidan porque la lucha no la pueden resolver; la desesperación no los deja esperar, mucho menos, cuando están tan agobiados, tan perseguidos, tan juzgados, tan burlados, tan solos, tan mal informados, explorando, sintiendo, tratando de conocer, de ser su ser.
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