No sabía que me iban a contar lo que ella, la dueña del comercio en el barrio donde iba de compras -iba, ya no voy-, dijo sobre los puertorriqueños. Ella, como muchos, reduce unos cuantos millones de seres a una sola cualidad; un estereotipo. Ella, como los chicos, puede que confunda un particular con un genérico. No habrá leído sobre el joven mapuche, Rafael Nahuel, que asesinaron en Argentina. Ella, no creo que lea, fuera de ojear revistas de cotilleo o portadas de periódicos sensacionalistas. El físico de ella, su fisonomía, es muy parecida a la de Rafael Nahuel. Rafael lo sabía, que a él lo podían discriminar por el color de su piel, los rasgos de sus ojos, su tipo de pelo, su identidad. Ella, la señora ecuatoriana, con un fenotipo parecido al de Rafael no lo sabe; satisface su ego y despotrica contra el grupo que la hace sentir como parte de los que están en el poder. Rafael Nahuel sabía que hay escalas, intereses siniestros, y círculos que lo encerraban, lo discriminaban; lo asesinaron. Ella no, o no quiere saber. Quizás es muy doloroso aceptar que puedes ser despreciada o hasta asesinada por los que crees son tus iguales.
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