Por lo que me cuentan, no surgió o dejaron que surgiera una clase media educada (burguesa, pequeño-burguesa) y poderosa entre los comerciantes en downtown Madrid, Toledo o Zaragoza; como ocurrió en los Países Bajos y partes de Alemania. No dejaron -aparte de lo que gente como don Diego Hurtado de Mendoza, nieto del Marqués de Santillana y caballero de la Orden de Alcántara, leían y traducían- que los antiguos textos griegos y latinos fuesen estudiados y difundidos entre las masas, ni que la cultura de la que una vez fue el centro del saber, Constantinopla, estuviese de moda y los llevase a dejar de vestirse de riguroso negro, abrirse al mundo. Traían representantes de los pueblos conquistados, pero como especímenes de museos o esclavos o para ser incinerados. Si no lo cree, basta con ver la austeridad y sobriedad de los personajes pintados por Velázquez, El Greco en oposición a la exuberancia en los cuadros de Rembrandt, los Van Eyke, los turbantes llenos de formas y colores muy de moda entre los flamencos, nederlándeses y alemanes para ver hacia donde se movía la conciencia colectiva de cada pueblo; entender que los reinos de los conquistadores no permitieron que se desarrollase una sociedad colorida, plural, guiada por los educadores hacia conocer la otredad multicultural-histórica, multilingūe. Y para buscar evidencia, en cuanto a la historia lean a Phillipe Aries, Henri Marrou, Johan Huizinga; y para aprender sobre cómo funciona la conciencia colectiva, a Elías Canetti y a Domingo Faustino Sarmiento; y, además, entérense de los traqueteos con la red informativa, ej. Wikipedia, antes de que los nuevos inquisidores la controlen, y todos tengamos que hablar como hijos de Nebrija y vestir de riguroso negro.
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