Tuesday, June 4, 2019

AMUNDSEN POR ALICE MUNRO EN PARADA DE AUTOBUSES

Hace diez años que nos conocimos en un bar de  Montreal y no había olvidado mi nombre ni el nombre de la zona donde yo comprė mi apartamento en Santurce. Entre Montreal y San Juan hay muchas diferencias; ninguna tiene que ver con el deseo de volver a cada una de ambas ciudades, si se atreve el visitante ir más allá de lo que sugieren ls guías para turistas.

En San Juan estuvo antes y caminó por la calle donde vivo, bebió  y comió en sus bares y restaurantes, pero yo no estaba. Volvió una cuantas veces por temporadas que aumentaban la estadía hasta que un día decidió que no regresaría a Quebec.

-Solo vengo durante el invierno.-

-¿Qué invierno?- me preguntó irónicamente, en inglės, el idioma que nos comunica, nos ata con su afrancesado acento y mis amplias vocales, le dan un giro a la conversación, las risas o preguntas -¿Por qué no me volviste a llamar?- y que su vez excluye. La joven a su lado sonreía, incómoda.

-El invierno del norte- respondo mientras cierro mi tableta lectora, y miro a la joven, rubia oxigenada, quien nos mira a ambos.

-Vivo en Santurce todo el año. Dejė los inviernos, mi pasado. ¿Me das tu teléfono?-

Mis deseos son que no llame, que se quede su recuerdo en estel momento. O los del bar para strippers en Montreal. Que no llame. Le escribo mi número. Me da el suyo. Me despido. Saludo a la joven con una sonrisa

-Ėl no muerde- dice la joven en un acento de cualquier sitio.

-Yo sí.-

Ėl sonríe.

“Que no llame” es un pensamiento que se hace parte del cuento de Alice Munro mientras termino de leerlo en la parada de autobuses.

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