Saturday, June 1, 2019

BLANQUITOS GAYS BORICUAS Y LESBIANAS FEMINISTAS GRINGAS: ENTRE SAN JUAN Y ALEJANDRÍA

“Tú eres bien Perpetuo”: dijo la mujer blanca sin maquillar, calzada con las muy orgánicas birkenstocks, que procedía del país colonizador, los USA, supuestamente izquierdosa, feminista, lesbiana, "new age/hippie-look" perenne. 

Le hablaba a un gay lesbófilo, procedente de la colonia que vivía en Nueva York; uno de esos que de formas muy extrañas descubren su identidad étnica cuando se mudan a la metrópolis; hablan inglés y español con dicción impecable, y cuando se juntas dos o tres de ellos (en la islas se los conoce como “blanquitos”: burgueses criollos; me ha tocado sufrirlos en Puerto Rico, segregados, y acá, integrados cuando les conviene), disfrutan de recordar sus San Ignacio, San José, Madre Reina, Liceo Ponceño, Puertorriqueño de Niñas; viajes con papi y mami a Europa; contar cuentos familiares llenos de amor que incluyen a las nanas, sirvientas, que los criaron; sus clases de bomba y plena por aquellos de ser "atrevidos", "boderline ethnics"; y aunque quisieran no tener que pensar que algunos de los que estábamos “al otro lado de la frontera social y racial” en las islas de los espantos no hemos olvidado de ellos, no pueden, pues marcaron como carimbos su escalafón. Algunos, cuando nos oyen a los "significativos otros" en los niuyores, se trincan. Se juntan y les sale pa’fuera haber sido/ser blanquitos puertorriqueños. 

En aquella reunión -lesbiana gringa blanca clase media que había vivido en Puerto Rico, compartido con los blanquitos boricuas en sus country clubs, casas de campo en Jájome, el graduado del Perpetuo y el yo de barriada popular- se dio una muy extraña combinación: juntos, colonizador, colonizados y las zonas grises del proceso. Ni que hubiesen sido personajes calcados de las novelas de Alexander Durrell que conforman The Alenxadria Quartet. 

No se refirió al Perpetuo como tal porque el aludido fuese lo que dicho adjetivo usualmente describe. Lo dijo porque el bien perpetuo había estudiado en la muy exclusiva escuela privada que llevaba la palabra perpetuo como parte de su nombre; y aunque hay otras escuelas perpetuadas en las islas de los encantos, sólo una es Perpetuo. No dijo Colegio o Academia del Perpetuo Algo. 
Dijo: "Perpetuo". Ella estaba bien clara de lo que ese nombre y forma de decirlo significaba en cuanto a clase, procedencia, identidad, status.

A su lado, el poco humilde, a veces, medio esmanda'o, graduado de escuela pública tragó gordo. Una vez más el estatus social y el estatus político conjugaban la vida de la colonia. El otro, un homo fuera del armario, "bien Perpetuo", sonrió levemente, o medio avergonzado, o lleno de orgullo. 

No trató de resolver el conflicto o contradicción presentada por la lesbiana, feminista, new age, izquierdosa, quien en su perpetuo, no reconoce o no puede o no quiere lo que significa la colonización nacional, racial, de clases, y los vínculos que este proceso colonizador tiene con las instituciones y grupos que se encargan de mantener el "status quo", incluyendo a los estadounidenses que residen en las islas de los encantos; en su papel como colonizadores, explícitos o implícitos, abiertamente o tras bastidores, inconscientes o sin miramientos. Esta lesbiana puede que no se diese cuenta de lo que decía, ni quien ella era fuera del estatus social con el cual se juntaba. A los cocolos o jíbaros isleños ni se le acercaba. 

El feminismo y el estar fuera del clóset de la lesbiana, al igual que la identidad izquierdosa de su Perpetuo parecen ser elementos decorativos. No es de dudar que ambos conocen todos los hechos vinculados a la colonia y sus clases, colores, prejuicios y presunciones, alcahuetes y encojona'os, pero no saben, o quieren, o pueden construir un relato coherente sobre esas imposiciones. Perpetúan el "status quo" mientras se identifican con procesos liberadores. No les conviene o no pueden desmantelar intereses. Y cuando llegan a los USA, algunos perpetuos se agarran los puestos en fundaciones y universidades que su “gente” no surcó; sembrados, defendidos por los inmigrantes pobres boricuas y sus hijos niuyoricans. Allí estaba el perpetuo, como otros, gozando de la vida entre aguas que logran manejar para seguir controlando a los no perpetuo.

Desde la perspectiva de quien vivió en Puerto Rico y los observaba, no había diferencia entre ellos y muchos liberales blancos gringos: los sentía alejados, con muchos grados de separación. Si no me equivoco, ambos leyeron los textos escritos por Pablo Freire. No creo que hayan leído a Durrell o conocido sus semejantes en Alejandría, británicos y perpetuos que en aquella antigua colonia vivían durante la ocupación inglesa. 

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