Tuesday, June 4, 2019

VITRINAS TROPICALES

Sus cuadras en el centro del pueblo son de mismo tamaño, calles rectas -de norte a sur y de este a oeste, o a la inversa- pueden ser caminadas en cuestión de dos o tres horas, si el peatón desea explorar el pueblo entero. Ya no quedan peatones; ahora las puede pasear en carro en menos tiempo. O se tarda más, si incluye las urbanizaciones que extienden el pueblo fuera de sus limites originales. El pueblo no termina al final de sus antiguas cuadriculadas calles. Hoy, las vetustas casas, con sus balcones y balaustres de madera, patios sembrados de árboles frutales han sido reemplazadas por cajones de concreto y marquesinas para los carros.

Encendido desde las cuatro de la tarde en adelante, el televisor transmite el capitulo número tal de otra telenovela, anuncia la vida trágica de su protagonista femenina y el final feliz que se aproxima, una vez el súper galardonado héroe de portada de revista descubra lo que la villana esta tramando.

-La comida está servida. Come solo que yo quiero ver la novela-.

La casa es una de pocas que sigue habitada en la calle del santo patrón del pueblo. Se aclara: habitadas como residencias; las otras, convertidas en oficinas o en espera de ser vendidas. El televisor anuncia su presencia hasta afuera de la puerta de entrada, es la única voz en la solitaria calle.

-¿Terminaste? Pon el plato y los cubiertos en la cocina que yo friego luego.-

Con la telenovela de fondo, el hombre, acompañado por el  bochorno de la tarde caribeña, los edificios abandonados, las vitrinas sin mercancía, camina dos cuadras por la calle del santo patrón, dobla en la próxima esquina, hacia la izquierda y llega hasta la antigua calle principal, la que fue la calle del comercio.

- ¿Dónde irá todas las tardes? No sé por viene de visita si nunca está en la casa.-


Dentro de la vitrina, en la que una vez fue la quincalla más exclusiva de Guayama, la muñeca de porcelana, pelo rubio y ojos azules de bolitas de vidrio -abandonada, rodeada de polvo y alguno que otro juguete- observa al señor cuarentón que durante el crepúsculo vespertino se pega a la vitrina, retuerce su cuerpo, suda, gime, y mancha el cristal con el semen.

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