Monday, June 17, 2019

NICOLÁS GUILLÉN, COMPATIBILIDAD Y CONSCIENCIA EN EL DISTRITO ESCOLAR #3 DE MANHATTAN

Consciencia: estar claro en cuanto a lo que se conoce - “sé que la prounciación latinoamericana o la mía o la del estudiante de la /c/ no concuerda con la escritura sin que cambie el significado en conocer y que aunque lea “conoser”, "sabo" lo leído”-.  

Compatibilidad: cuando lo explico, algunos estudiantes tardan más que otros en escribir “conocer” sin la /s/ donde va la /c/. 

Los dos ejemplos anteriores, sencillos y facilitos, pueden -para aquellos cuyas consciencias compatibilizan con las mías- servir para explicar por qué o nos entendemos cuando aprendemos o/y enseñamos algo, o no.

La compatibilidad entre las consciencias es fundamental para poder lograr un aprendizaje donde encajan el que enseña y el que aprende. A veces, la repetición, cual perro de Pavlov o paloma de Skinner, ayuda porque llega el momento cuando ocurre el milagro, lo estudiado es comprendido y se hace parte integral del que aprende. A veces, no: por más que le dijera que se decía “no sé”, el nene contestaba “no sabo”. 

Desde los dialogos socráticos hasta la libre expresión de Iglesias, hemos buscado los métodos para lograr que el aprendizaje y la enseñanza concuerden; que haya compatibilidad entre las consciencias. Lo difícil, que ni Sócrates ni Iglesias podían explicar, y que hoy investigaciones y planteamientos teórico/filosóficos (expuestos por -entre tantos- Piaget, Ferreiro, Teberosky, Freire, Cárdenas, Weber, Freire de Matos) sirven para entender, proveen una ventana, cómo evolucionan las consciencias y, en agunos, casos, compatibilizan unas con otras. 

La muy pomposa supervisora de educación bilingüe en una escuela del Distrito 3 de Manhattan no podía aceptar que, aunque yo leyese “comel”, “corrrer”, entendía que los personajes en el texto estaban comiendo y corriendo. La consciencia de la supervisora no compatibIlizada con los nuevos métodos e investigaciones científicas que permiten entender porqué no existe necesariamente una correlación entre hablar y leer. 

Lo peor de toda aquella historia es que ella silbaba las "eses", y mi consciencia no compatibiliza muy bien con ese fonema, incluso, cuando leo las que están al final de las palabras, ni las pronuncio. Nicolás Guillén decía lo mismo, y una vez después de viajar por los Andes, y llegar hasta el Caribe, sintió un alivio al no tener que oír tanto silbido. 

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