Es de preguntar, cuántos maestros de español o bilingües en la ciudad de Nueva York, que se ven a sí mismos como progresistas politicamente y promueven la integración de las culturas en su praxis, se atreven explorar las ideas discutidas por el lingüista José del Valle sobre el negocio de la lengua. Me curo en salud: todos los veranos -legal o no- preparaba mis propias antologías, las imprimía, y los estudiantes pagaban las copias; con la excepción de libros de editoriales pequeñas o en caso que fuesen de autores particulares, que sólo publicaban con los conglomerados, entonces sí los exigía, pero mientras pudiese, no.
“El lingüista español José del Valle –que participó del I Encuentro Internacional: Derechos Lingüísticos como Derechos Humanos, llamado también ‘Contracongreso’ – no asistió a ninguna de las actividades del CILE. Aunque fue convocado desde la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), rechazó la invitación por su posición crítica desde hace años con las instituciones que organizan el congreso. ‘Se puede pensar la lengua como negocio en la medida en que la lengua se vende y se compra, es decir la lengua se materializa en gramática, en diccionarios, en libros de texto para la enseñanza del español a extranjeros, en libros de texto para la enseñanza del castellano como lengua nacional, y en todos esos casos estos objetos son por un lado dispositivos de gestión del idioma y por otro son productos de mercado’, plantea Del Valle a PáginaI12. ‘Entonces, en la medida en que por ejemplo el español como lengua extranjera se cotiza en alza en los mercados lingüísticos internacionales, es lógico, dentro de la lógica del capitalismo, que se produzca una competencia por controlar las ventas de ese producto. Lo mismo ocurre con la certificación de conocimientos del español: quien controle los mecanismos de certificación de conocimientos del español podrá controlar la distribución de los beneficios económicos que se deriven de la administración de estos exámenes. La lengua es claramente un negocio’, afirma el autor de La batalla del idioma. ‘Hay un segundo sentido en el que la lengua española puede ser útil para los negocios –agrega el lingüista español–. Todos los países, no solo España, tienen una política cultural exterior que es pensada como una estrategia diplomática, por medio de la cual se instrumentalizan objetos culturales para elevar el valor de la marca país y, consecuentemente, abrirle camino a las empresas de ese país que quieran invertir en el extranjero o que quieran vender productos en el extranjero’. (Silvina Friera. “Encuentro sin tanta armonía ni consenso”. Página 12, 1 de abril de 2019/
https://www.pagina12.com.ar/184474-encuentro-sin-tanta-armonia-ni-consenso)
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