Una escena escolar en el cuadro El maestro de escuela (1682) por Adrain van Ostade (1610-1685) - grupos de estudiantes involucrados en distintas actividades, incluyendo alguno que otro tomando una siesta o parados o sentados- evoca una cátedra en la Pontificia Universidad de Santa Maria en Ponce; la cual en aquel momento sirvió para enmarcar histórica, filosófica y teóricamente lo que hacían los maestros en Guayama cuando nos llevaban de paseo por el pueblo y visitábamos el trapiche, las centrales azucareras, los pantanos de Jobos, las antiguas instalaciones para tuberculosos y leprosos, las calles, la iglesia, la plaza, sus caserones, casas de poetas y antiguos fundadores del pueblo. Hasta los teatros cines del pueblo entraban en la discusiones guiadas por aquellos maestros peripatéticos.
Lo peripatético en la educación puede ser rastreado hasta los orígenes de la conciencia más primitivas, aunque algunos educadores norteamericanos lo ignoran, quizás, para auto nominarse fundadores del movimiento educativo “progresista” que promueve al estudiante como sujeto activo dentro de los procesos de enseñanza y aprendizaje. Aristóteles y los otros griegos partían de una pedagogía donde el estudiante fue siempre sujeto activo, unas ideas que continuaron informando a los escolásticos medievales y los tutores de las nobleza, alquimistas y caballeros andantes. Con la industrialización, masificación y creación de rígidas taxonomías que categorizaron y atomizaron la cultura académica, el sujeto pasó a jugar un papel menos peripatético.
Lillian Weber (casi opuesta diametralmente a sus colegas, mucho especialista con poca cultura universal o diversa) conocía muy bien la historia de la filosofía y educación. Desconocía los recovecos de la misma en Latinoamérica: la historia de Bolívar, Manuela Saénz y Simón Rodríguez o los currículos anticolonialistas de Isabel Freire de Matos o los maestros hispanistas en Puerto Rico. En el 1973 -año cuando comenzó la implantación del currículo y el programa universitario con una concentración en educación bilingüe elemental, que luego fue aprobado “oficialmente” por la facultad, síndicos y estado-, mientras caminaba con mis estudiantes por las calles del barrio que circunda el City College de NY, buscando material para unos proyectos interdisciplinarios y mediáticos, nos tropezamos con la internacionalmente reconocida profesora. Con el entusiasmo que surge cuando nos topamos con pensamientos concordes, puso a nuestra disposición su Centro y lo peripatético del mismo, incluyendo unas buenas caminatas con ella y otros por Hamilton Heights.
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