Visité el apartamento del inmigrante cubano en un edificio financiado con subsidios gubernamentales, el llamado “welfare”, en compañía de uno de mis estudiantes. El cubano era su amante. Llegò una pareja de vecinos heterosexuales, también cubanos, con pinta de proletarios. El cubano nos presentó, excepto que yo fui descripto como compañero de su amante, mi estudiante. Yo, el profesor. No dije nada, fuera de alguna bobada, una de esas que uno dice cuando saluda y conoce a alguien por primera vez. La pareja hetero se sentò a mi lado en el sofá, de medio ganchete, me dio la espalda y ni se voltearon para reconocer cualquier despropósito que haya dicho. Era una de esas situaciones donde no se puede decir mucho; aparte de ser cortés, simpático. No hablé más para poder -como científico social para lo que fui entrenado- recoger datos sobre la condición humana, prejuicios, y compararlos con un artículo escrito por Leila Guerriero sobre el mismo tema, con otros personajes, en otro sitio, igual de pobres.
Tuesday, April 9, 2019
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