Tuesday, April 30, 2019

TORTURA JUSTIFICADA POR EL AMOR

Qué correspondencia entre castigo y amor es asumida como normal. Cuando el castigo entra en la zona de la tortura no puede verse de otra manera como lo que es, tortura. Horrores que se cometen en nombre del amor son eso, horrores. Padres alcohólicos o neuróticos al borde de la locura pueden convertir a sus hijos en una cosa, un objeto del que disponen a su antojo durante cada uno de los años de vida de cada niño, llevando a esos hijos a distorsionar tanto la realidad vivida, que terminan justificando la crueldad a la que han sido sometidos; fisica y/o sicológica. Y cuando esos padres van de la tortura a momentos, gestos verdaderos de cuidado y de cariño, ausentes de violencia y de control, esos hijos no aprenden a juzgar lo que fue un abuso que los marcó para siempre, no aprenden a diferenciar el amor de la crueldad; y los adultos hasta proclaman que la violencia viene motivada por amor al niño: protegerlo, prepararlo para la vida. El niño, a su vez, ansía complacerlos, entenderlos; intenta encontrar la imposible explicación a su desgracia en eso que los adultos llamaban amor, y que no es más que perversión, delirio de posesión, control sobre el otro, ejercer poder. Tantos niños que son maltratados a nombre del amor, terminan idealizando a la madre o al padre, sin poder separarse lo suficiente para juzgarlos. El dolor que causa mirar a la tortura es demasiado poderoso, ciega. Es preferible convertirla en amor, ilusión. 

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