Wednesday, April 3, 2019

SOTOMAYOR EN LAS CRÓNICAS DE INDIAS Y LA LITERATURA ESCOLAR PUERTORRIQUEÑA

El estudio de las ideas "...nos permite descubrir las fuerzas motrices que informan el sustrato de nuestro ser cultural...., la perspectiva que nos corresponde como ser histórico" (Pérez Marchand 1969:598).

Estudiar todas las “fuerzas motrices”, ideas, artefactos, medios que forman el “sustrato” de la cultura de todo un pueblo es una labor agotadora; quizás, imposible, y al no poder investigar todas las fuentes, la pregunta consiste en cómo lograr esa labor tan abarcadora. Es la literatura escolar-infantil/juvenil uno de los sustratos; fundamentos ideológicos o estéticos que participan en la formación de la identidad de un pueblo. En la escuela no se estudia un poema o un cuento como un artefacto más para adquirir destrezas, conceptos o vocabulario controlado, al estilo de las llamadas series básicas que hoy abundan y reducen el proceso educativo a un lenguaje técnico y a conductas observables y medibles.

Se estudia la literatura como otra expresión que retrata y recrea la cultura; que recoge las ideas y sentimientos del entorno inmediato, del universal y que describe el juego reflexivo y evolutivo en el que se entrelazan el lector, la  literatura y la cultura. Esa evolución ocurre en cualquier corpus literario, entorno geográfico y momento histórico. De esto no se salvan ni los puertorriqueños, ni tampoco su literatura, incluyendo la literatura escolar infantil.

La literatura infantil puertorriqueña retrata dicha cultura, fomenta su desarrollo, y al igual que toda relación simbiótica, se influyen mutuamente, cambian. Esta simbiosis, relación dinámica entre cultura y literatura obliga a estudiar la literatura escolar-infantil más allá del momento cuando se empiezan a escribir las primeras obras puertorriqueñas escritas expresamente para los niños: los cuentos de Eugenio María de Hostos (1839-1903) y los poemas de Lola Rodríguez de Tió (1843-1924). Los escolares, los niños y jóvenes puertorriqueños han sido expuestos y apoderado de obras no escritas necesariamente para ellos.

Antes de las primeras manifestaciones en el siglo XIX de una literatura infantil netamente puertorriqueña, surgen dos fuentes de obras escritas o formadas en el contexto de los primeros años de la colonia que más tarde influyen o conforman esa literatura infantil: la narrativa folklórica y las crónicas escritas por los colonizadores. Desde principios de la colonización, se comenzaron a escribir en Puerto Rico documentos históricos que resultan de las gestas llevadas a cabo por los colonizadores: las cartas, relaciones y las crónicas.

Sobre las crónicas nos dice Anderson e Imbert, "La documentación y explicación de esta empresa colonizadora, a través de este género, se convierte en una de la expresiones literarias en las nuevas colonias americanas, y, que, al contacto con la nueva realidad americana, adquiere fuerza creadora" (1960:11).

Las crónicas documentan la naciente historia puertorriqueña y sus dimensiones humanas; conforman las raíces de lo que más tarde se convertirán en leyendas o en modelos para cuentos, en fuentes de la literatura o en literatura como tal. Más allá de recoger el proceso colonizador, trascienden el mero papel de documento histórico, influyen las letras en general; en particular, la literatura infantil y dos de sus vertientes: las leyendas y los cuentos de aparecidos. Estos últimos - un tipo de relato muy particular en el entorno latinoamericano -gestan toda una tendencia literaria: lo mágico en las letras.

(Los cuentos de aparecidos y los fundamentos moralistas y pseudo científicos de las nuevas ideas pedagógicas han chocado, teniendo como consecuencia que dichos cuentos han desaparecido de las colecciones infantiles/juveniles que se publican y leen en las escuelas. ¿A qué le tienen miedo algunos adultos? Véase bibliografía).

Aquel asombro que proyectan y relatan los primeros cronistas, al encontrase con esos tan distintos pueblos, abrumadora naturaleza - tan difíciles de explicar, lleva a los pobladores (los nuevos y los allí encontrados) al mestizaje: literario, mitológico. De todas las crónicas escritas por los colonizadores españoles, dos de las mismas adquieren carácter permanente en el corpus de la literatura infantil puertorriqueña: "La muerte de Salcedo" y "La muerte de Sotomayor", escritas por Gonzalo Fernández de Oviedo (1478-1557), en su insigne obra Historia general y natural de las Indias, cuya primera parte se publicará en 1526.

En "La muerte de Salcedo", Fernández de Oviedo relata la estrategia, ahogaron a Salcedo, que usaron los taínos para conocer cuán humano eran los españoles. En la crónica sobre la relación amorosa entre Sotomayor y Guanina el cronista relata un amor al borde de tragedia griega, los Romeo y Julieta caribeños, inicios del discurso sobre el mestizaje que tanto ha calado en el psique latinoamericano, en esta caso, entre el colonizador y la hermana del cacique Agueybaná, y sus supuestas muertes a manos de los taínos (hay quienes sugieren que Guanina no fue asesinada y que tenía un hijo llamado Pedro de Sotomayor, antepasado de muchos de los Sotomayor puertorriqueños, inluyendo a la juez del Tribunal Supremo de los EEUU, doña Sonia Sotomayor. Alguno que otro historiador sostiene que Cristóbal de Sotomayor era hijo de Cristóbal Colón, haciendo de la honorable juez una descendiente del histórico almirante.).

Ni en sus inicios estas crónicas eran literatura infantil, ni tampoco existía un pueblo puertorriqueño, pero ambos cuerpos se han estado influyendo, transformando, y por ende, demostrando cuan estrecha es la relación entre esta literatura y la formación de lo que es hoy la cultura puertorriqueña. Sus orígenes, sus mitos, historias se confunden. Cultura, textos, cuerpos y espíritus se influyen unos a otros; y las letras continúan recogiendo sus manifestaciones, los codifican.                                         
                                                          
(BIBLIOGRAFÍA EN MARCHA)

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