Además de tener pulgares más largos, una de las capacidades desarrolladas por los nuevos lectoescritores cibernéticos consiste en poder leer textos que no conforman una narrativa coherente y conjugar -en cuestión de minutos- un todo, usando diversas fuentes a la vez. “Construyen” -dirían los estructuralistas posmodernos- una monografía o relato interior sin tener cómo propósito hacerlo o porque tienen que cumplir con un requisito escolar. Arman y desarman las lecto-escrituras cual rompecabezas letrados, mentales. De tener que responder a exigencias externas, puede que sigan los antiguos modelos. (Creo firmemente que esa tendencia epistemológica, creativa, literaria cibernética comenzó con los "fanzines" antes de que las redes sociales irrumpieran en la escena textual o con el grafiti o con los cubistas o con Yeyita en Guayama, que, cuando hablaba, iba de un tema a otro sin encomendarse a nadie ni parar su bembeteo). Aquellas clases de escritura que pedían que los estudiantes siguieran el muy trillado modelo clásico -”introducción, cuerpo, conclusión”- no responde a cómo leen y escriben las generaciones techies. Los espacios en blanco dejados por los nuevos textos en Instagram, Feisbuk, texteos, emails o la próxima red social son rellenados por los lectoescritores con su capacidad para interactuar con diversos medios a la vez, encontrando en la red los empates necesarios para darle coherencia al tema explorado. Pregunto: cómo responderá aquel colega en la universidad que corregía hasta los boletines pegados en los tableros que colgaban en los pasillos, para que fuesen legibles (para él, por supuesto) o las profesoras progres en politica teórica -fascistas en su trato con los textos de los demás-, ante las nuevas formas de leer y escribir de estas tribus, con sus anexos y desvíos a otros medios, otras fuentes, otras formas de deletrear, contar, ser.
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment