Thursday, April 18, 2019

PUERTORRIQUEÑIDAD: DICCIONARIO DE LA REAL ACADEMIA DE LA LENGUA

Después del escritor de guasa y barroco criollo, en barriada urbana de tuteo y sandungueo, dar un gran discurso sobre la inclusión de la palabra puertorriqueñidad en el diccionario que publica la Real Academia de la Lengua, un jíbaro que de lejos oía, en los niuyores, para ser más precisos, igualito al de Collores también dijo: "Mnjú". Decían algunos intelectuales burgueses (blanquitos de colegio exclusivo en área metropolitana) enfuscados en la homogenización de esos isleños, que el "jíbaro" era un mito. "Mnjü". Yo lo fuí en transición. Un jíbaro, para nada un mito. Dejé de decir "dir, asina, veí" (véase un ensayo breve de mi autoría en El Nuevo Día sobre ese tema). Oí lo que eran rosarios cantados -no deben ser confundidos con los de cruz- en aquellos cerros de Jájome; conocí su cuatro tiple y güiro, música y capacidad para improvisar poesía, acompañada por un fuerte abrazo después de los trovadores haberse despedazado verbalmente (La Calandria, Ramito, La Alondra y Chuito dejaron evidencia en youtube); bailé sus seises, obligado a arrastrar la pierna izquierda por la abuela dueña y señora de aquel clan cayeyano; callé antes las distorsiones de los literatos hispanistas en pasillos académicos cuando dictaban cátedras sobre la literatura costumbrista que supuestamente retrataba a esa subcultura puertorriqueña; sonreí ante los comentarios mal informados sobre lo que era ser un "jíbaro"; entiendo cómo muchos fueron diluidos en las barriadas de San Juan o Nueva York, convertidos en nostalgia un domingo en la casa de un tío, un hermano mayor en Brooklyn, oyendo unas buenas décimas y "lelolai" más afilado que un perrillo, con un palo de pitorro disfrazado de legalidad en una botella de Don Q; vi cómo fueron desplazados de sus tierras por los vaivenes de la social democracia colonial y sus líderes almidonados, de cuello blanco, que crearon al Puerto Rico y que industrial, repartiendo parcelas para los nuevos proletarios o -en el caso de Jájome- la nueva chicquería que hoy usa sus campos para sentir la bruma en sus chalets de wikéns. No puedo esperar que los miembros de la vetusta y enfundada Real Academia de la Lengua cubran todo en su muy limitado diccionario; quizás hubiese sido mejor, como han hecho con la guerra del '98 y Puerto Rico: no incluir la palabra; borrarla de su historia, sus textos. 

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