Monday, May 27, 2019

EN JÁJOME, EL MULATO ANALFABETA Y LA SEÑORITA BIEN DE ISABELA

Abuela era la dueña de las fincas que se encontraban el el tope de las montañas de Jájome, que luego, parte de las mismas, fueron heredadas por mi tía, y hoy por los hijos de un primo. En esas tierras supo quiénes eran  dueños de las fincas y quiénes llegaron después cuando los americanos ocuparon a Puerto Rico. Entre los que allí se mudaron se encontraba un matrimonio que llegó huyendo de Isabela por razones ligadas a las clases sociales. Él era un mulato alto que no sabía ni leer ni escribir, vivía en un barrio de pobres del pueblo en Isabela, y que trabajaba como lo que se conocía para aquel entonces como “guardia palito”, los que no cargaban armas y servían de asistentes a los policías, que sí podían portar armas. 

Hasta mediados de los cincuenta, en los campos había un policía, y algunos ayudantes “guardias palitos”. Su labor principal era hacer redadas de los alambiques donde se curaba el pitorro. La movida de la pareja hasta el otro lado opuesto de la isla, Jájome, en una época cuando no había ni carreteras embreadas y la transportación era era a base de carretas de bueyes, se debió a que el hombre se enamoró de una las señoritas bien del pueblo de Isabela y el padre de la joven los obligó a casarse, pero por vergüenza social, les dijo que tenían que irse del pueblo. Eso ocurrió para los años veinte. Mi madre se acababa de juntar con mi padre y recordaba cuando llegaron. Él consiguió que lo transfirieran a Jájome como ayudante del policía de esa zona. Al último de esos policías rurales, Marrero, yo lo llegué a conocer.  

Mientras mi abuela fue lentamente perdiendo sus tierras, el “guardia palito” fue poco a poco comprando fincas hasta hacerse de una extensión bastante significativa de tierras. Hoy, si uno oye a los descedientes del matrimonio desterrado por razones raciales y de clase, pensaría que proceden de la alta burguesía criolla. Cosas de la tergiversada identidad en las islas y sus cerros. 

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