Vive a mi lado, a veces la oigo roncar o me cuenta sobre sus obsesiones: aprovecharse del otro vecino, le roba su comida, la que entrega el inmigrante que vive con diez más en un solo cuarto en espera de que lo metan preso por no tener documentos; chismea y destruye la reputación del señor que trabaja de domingo a domingo, sale bien temprano en la mañana y llega muy tarde en la noche, y no la saluda, el de apartameento del frente; acumula títulos por tener títulos -doctora en esto, doctora en aquello-; estudia los gatos y domestica perros que saca a pasear, habla con ellos, los abraza, besa y les dice: “tú me quieres, papito”, pregunta: “por qué me ladras tan duro, chulito”; se enamora a lo adivino de todo el que ella ve con - o cree que los tiene- deseos de ser amado, los protege y defiende, hasta que ellos huyen, entonces ella, los desprecia y explica lo loco que están, pues ella, mi vecina La Locura, tiene algo a su favor: puede reconocer en otros lo que en ella no sabe que está. Pudiera decir mucho más sobre las locuras de mi vecina, pero se me quitaron las ganas como resultado de las antidepresivas, los ansiolíticos y las pastillas para dormir que tomo por causa de sus ronquidos.
Tuesday, May 14, 2019
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